miércoles, 15 de mayo de 2019

RENDICIÓN DE MAXIMILIANO



/Dhyana A. Rodríguez/.
Al ser tomado por los republicanos el Convento de la Cruz, Maximiliano se reunió con parte de su ejército en el Cerro de las Campanas. Ahí se encontró con Mejía y decía ya sólo esperarían a Miramón para intentar el plan original que era marchar hacia la sierra. No obstante, Miramón no aparecía (no sabían que había sido herido en la ciudad y se encontraba en la casa del médico, en calidad de prisionero). Los republicanos comenzaron a rodear el cerro, así que el archiduque le  preguntó a Mejía en tres ocasiones si era posible intentar salir. Mejía, mirando por el catalejo las tres veces le contestó que era imposible, pero que si así lo deseaba, lo intentarían, pues no le importaba arriesgar la vida. En ese momento Maximiliano aceptó la rendición e izaron una bandera blanca (improvisándola con una sábana), bajando poco a poco del cerro. 

De la parte republicana, los generales Corona y Echegaray también avanzaron hacia ellos. Maximiliano se quitó el gabán que traía, mostrando su traje de general con sus insignias (para identificarse). Echegaray llegó hasta él y le dijo de forma muy cortés, quitándose el sombrero: "Vuestra Majestad... es mi prisionero".
Maximiliano correspondió el saludo y le dijo "Ya no soy emperador, dejé mi abdicación con Lacunza" (en caso de caer prisionero, Maximiliano había pedido a Lacunza y a Márquez que publicaran su abdicación). Quiso entonces entregar su espada a Corona, quien le dijo que podía conservarla por el momento, hasta que se encontraran con Escobedo.
Ya amanecía pero aún así hacía frío en donde se encontraban, y entonces Corona hizo la observación:
"Maximiliano, está usted temblando".
"Sí, pero no de lo que usted piensa", contestó Maximiliano.
Llegó Escobedo y Maximiliano entregó -ahora sí- su espada, la cual Escobedo entregó a un ayudante diciendo: "Esta espada es del pueblo de México".


Mejía, por su parte, también entregó su espada, pero al hacerlo, cortó la hoja, la tiró al suelo, y guardó la empuñadura (señal de que se rendía, pero no estaba de acuerdo con ello). Todos respetaron, no obstante, el gesto (*en la película "Aquellos Años" es representada esta escena, pero con Miramón).

Escobedo intercambió algunas palabras con Maximiliano y encargó al general Vicente Riva Palacio que lo llevara de nuevo al Convento de la Cruz (el cual ahora fungiría como prisión). Riva Palacio se caracterizaba por ser todo un caballero, y durante el trayecto, trató a Maximiliano con mucho respeto, permitiendo que volviera a montar a su caballo "Anteburro" (que había llegado hasta el cerro siguiendo a su amo). Asimismo, lo condujo por fuera de la ciudad, para que no fuera blanco de burlas o curiosidad por parte de la tropa.

En el camino, Maximiliano preguntó a Riva Palacio qué destino le esperaba. Éste al principio rehuyó la pregunta, pero al insistir Maximiliano en querer saber si lo fusilarían, Vicente no tuvo más remedio que contestarle "Sería un farsante si le dijera que no...". Maximiliano le respondió que en tal caso, deseaba que sólo fuese a él y se perdonara a sus compañeros. Riva Palacio le ofreció, en caso de que hubiera un juicio (como en efecto lo hubo) la ayuda de su padre, el ilustre abogado Mariano Riva Palacio. Llegando al Convento de la Cruz terminó la encomienda y Vicente se despidió de Maximiliano. 

Como éste, momentos antes, hacia las caballerizas del convento había observado que dos soldados peleaban -incluso con tiros de por medio- por su caballo Orispello (*el caballo blanco con el que aparece en algunas pinturas), ofreció a Riva Palacio que por favor aceptara a su caballo "Anteburro", junto con su silla de montar, como un "recuerdo de ese día". Riva Palacio lo aceptó, cuidándolo muy bien desde entonces.

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